Después de un trabajo complicado, Harry, el jefe londinense de ambos, les manda a descansar dos semanas a esta ciudad. Sintiéndose totalmente fuera de lugar entre la arquitectura gótica, los canales y las calles adoquinadas, los dos asesinos pasan el día haciendo de turistas. Ray, que no consigue olvidar las brutales imágenes de su último trabajo en Londres, odia la ciudad.